El reciente estudio “Rights of rubber farmers in Thailand under free trade” [“Derechos de los caucheros de Tailandia en el régimen de libre comercio”], de Sayamol Kaiyoorawong y Bandita Yangdee, [http://www.wrm.org.uy/countries/Thailand/
Rights_of_rubber_farmers_in_Thailand.pdf], es una concienzuda revisión de conjunto del negocio del caucho y sus actores en ese país.
El informe destaca que los primeros árboles de caucho traídos de la península malaya y plantados en Tailandia en 1899 terminaron convirtiéndose en un plan nacional de plantaciones integradas, donde el caucho se cultivaba en combinación con plantas indígenas, árboles frutales, plantas alimenticias y otras especies. Dicho plan permitía a los agricultores no solamente cosechar el caucho sino también obtener verduras, animales silvestres, hierbas, leña y madera para la construcción.
Una política de promoción de las plantaciones de caucho iniciada en 1911 y fortalecida en 1978 hizo que éstas se diseminaran en las regiones sur, este y noreste del país hasta abarcar un total de dos millones de hectáreas según datos de 2003. Y la tendencia es seguir esta expansión. La expectativa es aumentar la producción a 250.000 toneladas anuales en Tailandia con el fin de cubrir la creciente demanda global de caucho para alimentar, entre otras, a la industria del automóvil.
Este aumento ha llevado a un cambio en el patrón de producción del caucho, dando lugar al surgimiento de monocultivos en gran escala que han hecho estragos en el medio ambiente y en la gente.
Las plantaciones de caucho cambiaron el paisaje. Según el informe, éstas “pueden verse en todo el sur de Tailandia, desde las tierras altas hasta las planicies bajas. Además, desde el último proyecto gubernamental de producción (2004-2006) empezaron a aparecer plantines de caucho clonados en casi todas las provincias del país, reemplazando a los cultivos de renta de ciclo corto.
También han erosionado los ecosistemas, bosques incluidos: “Tratándose de monocultivos, el uso de plaguicidas químicos y la ausencia de otras plantas destruyeron la biodiversidad de los ecosistemas y la coexistencia de la flora y la fauna”. “Al haber menos árboles cubriendo el suelo, la evaporación del agua resultó afectada” e incluso se redujo el nivel de las aguas subterráneas. Además, en el sur algunas plantaciones de caucho fueron establecidas en pendientes de entre 40 y 60 grados, lo que resultó en la erosión del suelo.
Algunos de los impactos sociales de estos monocultivos se relacionan con la cultura consumista introducida por la producción de caucho para la venta. Los caucheros ahora tienen que pagar para obtener las cosas que antiguamente podían cosechar en el sistema integrado. Ahora es el dinero el que tiene un papel activo y dominante en la forma de vida de la comunidad, separando a las personas de la naturaleza y también de la forma de vivir y trabajar de la comunidad. Ahora “cada hogar se concentra en recolectar su caucho para ganar tanto dinero como pueda. Como las plantaciones están alejadas entre sí, su cooperación está, en efecto, disminuyendo”.
Las autoras explican las consecuencias que tuvo dicho cambio en la vida de las comunidades: “Recolectando productos naturales junto con los productos obtenidos al transformar parcialmente la naturaleza en bosques de caucho, las comunidades podían llevar una vida feliz. En el pasado, los miembros de la comunidad tomaban todas las decisiones. Pero cuando se introdujo el sistema de plantación de caucho, los propietarios de las plantaciones pasaron a estar obligados a cumplir estrictamente con los requisitos del ORRIF [órgano gubernamental]. Con el enfoque de los monocultivos los plantadores de caucho deben obedecer y seguir las instrucciones que reciban. No tienen control sobre el sistema de producción, el desarrollo de variedades de caucho, el precio del caucho ni su venta. El monocultivo de caucho, por lo tanto, está destruyendo la sabiduría local de producción de variedades de caucho y los métodos agrícolas de los caucheros”.
Con relación al trabajo en las plantaciones, un estudio citado en el informe encontró que “estos caucheros no descansaban adecuadamente. Por lo tanto, eran físicamente débiles y tenían dolores y molestias a causa de los movimientos que tenían que hacer según los distintos niveles del árbol de caucho que sangraban y la sobrecarga de los baldes de látex que tenían que cargar. El comer en forma irregular produjo úlceras pépticas”. Según otro estudio, “los dedos de los pies y las uñas de los caucheros estaban arruinados y sus ojos infectados a causa de las fumigaciones con productos químicos sin protección adecuada”.
Las plantaciones de caucho en gran escala han sido causa de incontrolables brotes de enfermedades, degradación del suelo y erosión de la capa superficial del suelo en las pendientes. Además, los precios del caucho escapan al control de los agricultores y son vulnerables a ser rebajados. Para las comunidades locales, lo que las espera puede ser el colapso potencial de los ecosistemas y también de sus vidas.
Artículo basado en “Rights of rubber farmers in Thailand under free trade”, de Sayamol Kaiyoorawong y Bandita Yangdee, Project for Ecological Awareness Building, enviado por Sayamol Kaiyoorawong, correo-e: noksayamol@yahoo.com