En 1999, la empresa Programa FACE de Forestación (PROFAFOR) del Ecuador S.A., contrató a la verificadora suiza SGS (Société Générale de Surveillance) para evaluar el manejo forestal de 20.000 ha de sus plantaciones de monocultivos de árboles en la sierra ecuatoriana. SGS le otorga en el año 2000 un certificado por plantaciones para absorción de dióxido de carbono (se trata del primer caso en que se certifica fijación y absorción de carbono en plantaciones forestales, no en bosques reales), y en diciembre de 2001 el Sello de Certificación Forestal que acredita que cumple con los “Principios y Criterios” del FSC.
Pero, ¿qué es FACE-PROFAFOR? FACE (por sus siglas en inglés Forest Absorbing Carbon Dioxide Emissions o “Bosques para la Absorción de Emisiones de Dióxido de Carbono”), se creó en 1990 por el Directorio de Empresas Holandesas Generadoras de Electricidad, N.V. Sep, con el objetivo inicial de establecer 150.000 hectáreas de plantaciones forestales y así compensar las emisiones de una nueva planta térmica de carbón que se construiría en Holanda y que implicaría la emisión de millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera. Por razones de costos, su acción se orientó al establecimiento de proyectos de forestación en países en desarrollo. Es así como FACE llega a Ecuador, donde establece el Programa FACE de Forestación (PROFAFOR) y financia a la empresa PROFAFOR del Ecuador S.A. para establecer plantaciones de monocultivos forestales de especies exóticas (pinos y eucaliptos) y “fijar” CO2 de la atmósfera.
A raíz de las graves consecuencias ambientales y sociales generadas por el establecimiento de plantaciones forestales, la organización ecuatoriana Acción Ecológica realiza en 2005 una investigación que dio como resultado el informe “Sumideros de carbono en los Andes ecuatorianos. Los impactos de las plantaciones forestales del proyecto holandés FACE-PROFAFOR sobre comunidades indígenas y campesinas”, disponible en http://www.wrm.org.uy/paises/Ecuador/FACE2005.pdf
El trabajo de campo identifica que la certificación FSC no solamente no garantiza que las comunidades bajo un proyecto forestal certificado reciban beneficios económicos, sociales y ambientales, sino que en el caso de comunidades indígenas de los Andes ecuatorianos ocurre precisamente lo contrario, en la medida que se ven obligadas a absorber los costos del proyecto y sus externalidades.
Por otro lado, con la certificación, FACE PROFAFOR gana en imagen y logra invisibilizar los impactos negativos generados por el proyecto. Las comunidades locales afectadas por proyectos certificados deben enfrentarse a la fuerza y el peso del “Sello Verde”, que resta credibilidad a sus reclamos y luchas.
El informe identifica qué obtiene PROFAFOR de las comunidades: tierra, trabajo y dinero.
En los contratos firmados, FACE-PROFAFOR no paga ningún tipo de arriendo en las tierras de propiedad comunitaria donde se produce la “Fijación y Absorción de Carbono” que negocia en el mercado internacional. La empresa se reserva el 100% de los Derechos por el Carbono absorbido mientras que exige a las comunidades que esas tierras no sean usadas para ninguna otra actividad fuera del mantenimiento de la plantación y asuman la totalidad de las responsabilidades del mantenimiento del sumidero por el plazo del contrato: de 25 a 30 años.
Por otro lado, la oferta de “generación de empleo” del proyecto es ficticia. Es más, la economía comunitaria debe absorber el impacto negativo provocado por dicho proyecto ya que para cumplir el contrato con FACE-PROFAFOR, las comunidades han debido recurrir en ocasiones a contratar gente de fuera, ya sea porque no poseen las destrezas necesarias para ejecutar determinado trabajo conforme a las especificaciones técnicas o porque las plantaciones se encuentran en terrenos de difícil acceso y sujetas a condiciones climáticas extremas.
En cuanto al dinero, de la cifra ofrecida inicialmente a la comunidad, en los tres primeros años PROFAFOR le descuenta el “costo” de las plantas y la asistencia técnica que le provee. Además de que las comunidades terminan recibiendo casi la mitad de lo ofrecido inicialmente, los contratos las comprometen a utilizar los recursos financieros provistos por FACE exclusivamente para el objeto del Contrato de Forestación, pero esos recursos generalmente no alcanzan para cubrir los gastos en los que las comunidades tienen que incurrir para completar el establecimiento de las plantaciones.
Por otro lado, los contratos prohíben actividades como el pastoreo, lo que lleva en ocasiones a que las familias propietarias de ganado tengan que arrendar terrenos para sus animales, un gasto que antes no existía. También puede ocurrir que por falta de pastos tengan que reducir el número de cabezas de ganado.
Para mejorar su imagen, FACE aduce que sus actividades se realizan en tierras degradadas y en altitudes en las que la agricultura no es posible y el pastoreo no es rentable.
La realidad es muy distinta. FACE introduce plantaciones de pino en ecosistemas primarios, no en suelos degradados. Las plantaciones se establecen en un ecosistema muy frágil y de gran importancia hidrológica: el páramo, fundamental para la regulación de la hidrología regional y fuente de agua para la mayoría de la población de los Andes. La gran cantidad de materia orgánica hace que estos suelos tengan una gran retención de agua. La implantación de árboles, exóticos para el páramo, NO favorece la estabilidad del ecosistema. Por el contrario, transforma y daña la frágil estructura del suelo provocando un severo agrietamiento por los cambios en el régimen hidrológico. También afecta la fauna y flora del lugar y determina que se obtenga una plantación con un rendimiento deficiente, lo que finalmente redunda en perjuicio de la fijación de Carbono que se pretende lograr.
A ocho años de iniciadas sus actividades, FACE obtuvo la Certificación Forestal; poca relevancia tuvo el hecho de que para el establecimiento de sus plantaciones se destruyeran ecosistemas primarios, tampoco importó que no se demostraran medidas de mitigación de los impactos generados.
En resumen, la certificación del FSC en las plantaciones de FACE-PROFAFOR en Ecuador no garantiza que las comunidades “beneficiarias” del proyecto reciban beneficios económicos, sociales y ambientales. Más bien se demuestra una considerable --y cuestionable-- “flexibilidad” en la aplicación de los Principios y Criterios del FSC.