El aumento en la demanda internacional de madera industrial y para pulpa, junto a la idea de que las plantaciones forestales pueden ser utilizadas como sumideros de carbono para contrarrestar el efecto invernadero, vienen siendo usados como argumentos por la industria biotecnológica para la promoción de árboles genéticamente modificados, especialmente de especies comercialmente valiosas y de rápido crecimiento, tales como eucaliptos, pinos y álamos.
Gigantescas compañías que trabajan actualmente en alimentos genéticamente modificados (como Monsanto), petroleras (como Shell), productoras de pulpa y papel (como Fletcher Challenge, International Paper, Westvaco Corporation), junto a recién llegados como Toyota, están destinando enormes sumas de dinero a la investigación en biotecnología forestal. Las joint-ventures entre éstas y otras empresas se multiplican y se están transformando en una amenaza para la naturaleza y para la gente.
Esta es una nueva y todavía más peligrosa versión de la Revolución Verde, cuyas negativas consecuencias sobre la seguridad alimentaria y el ambiente han sido devastadoras para la vida de millones de personas en todo el mundo. Constituye a su vez un paso más en la concentración del poder y de la toma de decisiones en manos de un puñado de megaempresas que trabajan para su propio beneficio.
ONGs ambientalistas y algunos representantes del sector académico ya han expresado su preocupación sobre los impactos que estos árboles -llamados "Terminator" y "Frankentrees"- han de tener sobre los bosques, el agua, la biodiversidad y la gente si son plantados -como es la intención de sus creadores- sobre extensas superficies de tierra.
Tal creciente preocupación ha llevado incluso a la realización de acciones directas. El pasado mes de julio, activistas ambientalistas atacaron y destruyeron 152 álamos genéticamente modificados plantados en la estación experimental de Zeneca Ltd. en Jealott's Hill, Berkshire, Reino Unido. "Nos hemos visto forzados a realizar esta acción porque las empresas biotecnológicas han utilizado su dinero y su poder para subvertir no sólo el proceso de innovación científica, sino también el proceso democrático", manifestó un portavoz del grupo activista.
Fuentes: "Felled in the name of natural justice", The Guardian, 13/7/99; "Trees are the next target of genetic engineers", The Economist, 8/15/98.