Frente a los alegatos de que las plantaciones conllevan impactos sociales y ambientales negativos, la mayoría de los forestales dirán que no existe evidencia científica que sustente este punto de vista. Para nosotros, el siguiente testimonio de Ruperto Ramos, un mapuche habitante del sur de Chile, tiene más valor que la mayor parte de los así llamados estudios "científicos":
“En ese tiempo cuando yo iba a esas montañas, se veía mucho nativo: ulmo, hualle, roble, avellano. Con el tiempo llegaron las plantaciones y se perdió. Son como ocho kilómetros que caminábamos para llegar. Ibamos a buscar dihueñes, changles, frutos como la mutilla y codrón para escoba,. También cazábamos conejos, liebres y pájaros, había muchos. Ahora con las plantaciones ya no hay aves. Es una tristeza de ir. Había unas aguas hondas donde tomábamos, nos bañábamos. Andábamos todo el día buscando los frutos y también gozando de la naturaleza porque era bonito, era todo normal. No había nada que uno pudiera tener miedo. Todo era tranquilidad. Ahora no, si uno entra está el peligro que está el guardabosques que lo puede pillar, echarle los perros o balearlo. Eso es lo que en este momento hacen. También las aguas de las comunidades que están abajo han bajado, había esteros que no se podía pasar si no había puentes. Ahora se pasan por arriba de las piedras. En las comunidades de ese lugar que no tienen agua, las familias se están arrancando. Las plantaciones están muy encima. Igual las aves se están arrancando porque no tienen dónde estar, no tienen qué comer porque los árboles que daban el fruto para ellos se han vuelto pinos y eucaliptos. No tienen el alimento que tenían. Varias variedades de pajaritos se han estado perdiendo. Sobretodo la torcaza y el chucao que ya no se ven. Los zorros poco se ven. Es una tristeza de ir a ese lugar, mirar, observar cómo era antes y lo que es ahora. Se ve quemadura de montaña, rozadura, las aguas terminando...”
“Dicen que son tierras que no sirven y hacen roce de ellas, pero la mayoría tiene nativo, pueden talar los animales. Cortan con motosierra, sacan la madera mejor y las más mala la dejan ahí. Después le prenden fuego. Muchos roces se hacen clandestinos, en la noche. Los helicópteros o aviones llegan al otro día cuando el fuego no se puede parar, a veces dura dos o tres días el fuego ahí. Se queman árboles como el hualle, el ulmo, olivillo, patagua, boldo, palo santo y coihue. Así se fueron perdiendo esas especies, sobretodo el coihue. Después cuando plantan y viene creciendo nuevamente el retoño de bosque nativo, pasan haciendo la poda y cortando todos esos arbolitos otra vez. Lo van matando, no lo dejan crecer. Cada montañita que queda entremedio, le tiran los pinos arriba, los quiebran y los venden por metro ruma.”
“La gente no se da cuenta, cada vez se acercan más los pinos y los eucaliptos. Nosotros tenemos una plantación que no está a más de tres kilómetros, cerquita. Ya esa gente dentro de la comunidad no tiene agua. Esa plantación de eucalipto le está haciendo perjuicio. El estero para abajo ya no lleva agua, ni siquiera para los chanchos. Porque empezó a secarse de arriba y el eucalipto está a un metro de la orilla del estero. Era un estero hondo, tenía pescados y ahora no tiene ni lombrices, están las puras rocas. Nosotros íbamos a lavar los platos y había una linda agua. Las niñas con vestido se bañaban. Había una familia que tenía una linda huerta en una vega más abajo. Ellos trabajan en la pura huerta y tenían una linda casa y se educaron todos. Ahora ellos ya no tienen agua para la huerta.”
Fuente: "Pueblo mapuche, bosque nativo y plantaciones forestales", por Rodrigo Catalán y Ruperto Ramos (de próxima publicación)