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Montevideo, junio de 1998
En junio de 1998, ciudadanos de 14 países de todo el mundo se reunieron en Montevideo, Uruguay, para expresar su preocupación por la reciente y acelerada invasión de millones de hectáreas de tierras y bosques a través de plantaciones de madera para pulpa, palma africana, caucho y otros cultivos forestales industriales.
Estas plantaciones poco tienen en común con los bosques. Integradas por miles y a veces millones de árboles de la misma especie, de rápido crecimiento, uniformes, de alto rendimiento en materia prima y plantadas en rodales coetáneos, requieren una intensiva preparación del suelo, fertilización, plantación con espaciado regular, selección de material vegetativo, combate de malezas mecánico o químico, uso de pesticidas, poda y cosecha mecanizada.
Tal como señala el testimonio de pueblos de los seis continentes, comprometidos en luchar contra estos monocultivos o cuasi-monocultivos industriales, la radical transformación del paisaje, junto a la destrucción de los sistemas social y natural que ellos provocan, constituyen una amenaza al bienestar e incluso a la supervivencia de las comunidades locales.
Los impactos ambientales más frecuentes que originan son:
* reducción de la fertilidad del suelo
* aumento de la erosión y de la compactación del suelo
* pérdida de biodiversidad
* disminución de las reservas de agua subterránea y del flujo superficial
* aumento del número y riesgo de incendios
Estos efectos con frecuencia se extienden más allá de los límites de la propia plantación, en áreas adyacentes o ubicadas aguas abajo, que resultan afectadas por la erosión, la desecación y drásticos hasta irreversibles cambios en la flora y la fauna locales. Estos impactos perjudican la vida y los medios de subsistencia de las poblaciones locales.
En muchos casos la instalación de las plantaciones industriales está precedida por el incendio o la talarrasa del bosque nativo, por lo que se han convertido en una nueva e importante causa de deforestación. En áreas agrícolas, las plantaciones han minado la seguridad alimentaria al usurpar espacio a los cultivos y las pasturas, promoviendo de este modo la pobreza a nivel local. En otras situaciones han dado lugar a desplazamientos o reasentamientos forzosos de poblaciones locales enteras, desconocimiento de los derechos humanos y violación de los derechos territoriales de las poblaciones indígenas y locales. En casi la totalidad de los lugares en que se han instalado, las plantaciones industriales de árboles han destruído los recursos vitales de la agricultura, la pesquería, la ganadería y la caza. El exiguo número de plazas de trabajo que generan -inseguro, estacional, mal pago, con frecuencia peligroso, y susceptible a los ciclos del mercado- no pueden compensar la pérdida de puestos de trabajo que ocasionan.
Las plantaciones para pulpa pueden ser muy extensas. La escala de las mismas -compuestas generalmente de eucaliptos, pinos o acacias- está dada por el gran número de fábricas que procesan la madera que de ellas se obtiene. Una fábrica de celulosa de U$S 1.000 millones de costo puede producir medio millón a un millón de toneladas de celulosa al año y hacer pasar por sus máquinas el caudal equivalente al de un río entero, ubicada en medio de 60.000 hectáreas o más de plantaciones. El costo de la reingeniería y simplificación de los paisajes puede ser solventado sólo gracias a masivos subsidios directos e indirectos –incluyendo exenciones impositivas, subsidios monetarios, obras de infraestructura, investigaciones y supresión de la organización sindical- conseguidos por el ejercicio del poder político. El poder que ejerce la industria a nivel local tiende a dar como resultado ulteriores subsidios, mayor expansión, represión política, obstaculización de los procesos democráticos y desprecio por las necesidades de las poblaciones locales y el medio en que habitan.
La industria de las plantaciones se está trasladando masivamente hacia el Sur, donde encuentra factores productivos como tierra, fuerza de trabajo y recursos hídricos baratos, rápido crecimiento de los árboles y regulaciones ambientales permisivas, que redundan en una disminución de sus costos operativos. Ello a su vez estimula el actual modelo de consumo excesivo y creciente de papel en el Norte y en algunas zonas del Sur.
Una serie de actores están apoyando la expansión de las plantaciones forestales industriales, desde el Banco Mundial y agencias bilaterales de "ayuda" a instituciones de investigación y científicos universitarios. El dinero que sería necesario utilizar para asegurar los medios de vida a nivel local (incluyendo el desarrollo de técnicas de producción de papel en pequeña escala, adecuadas a la realidad local y que asuma sus responsabilidades en relación con el ambiente) es en cambio, y en nombre del "desarrollo", destinado a la investigación forestal basada en la utilización de fertilizantes, herbicidas y pesticidas sintéticos, biotecnología, clonaciones y un paquete tecnológico similar al de la Revolución Verde, que ha demostrado resultar negativo para el ambiente y la mantención de los medios de vida a nivel local. Entretanto, otros dineros públicos son desviados hacia firmas consultoras, fabricantes de maquinaria para la industria del papel y compañías de pulpa y papel que con frecuencia están también implicadas en la corta del bosque nativo.
Para enfrentar la creciente resistencia que ha generado, la industria está intentando vestirse con una imagen "verde", sosteniendo que los monocultivos forestales son "bosques plantados" y sumideros de carbono. Si bien las plantaciones tienen poco en común con los bosques y aunque la mayor parte del carbono almacenado en las plantaciones será nuevamente liberado a la atmósfera en el plazo de cinco a diez años, tales mitos a veces son recogidos por audiencias desinformadas.
Teniendo en cuenta las preocupaciones señaladas, hemos de apoyar una campaña internacional que tiene por finalidad:
* apoyar las luchas y los derechos de las poblaciones locales en oposición a la invasión de sus tierras por las plantaciones
* estimular la toma de conciencia de los impactos negativos a nivel social y ambiental provocados por los monocultivos forestales industriales a gran escala
* cambiar las condiciones que hacen posibles estas plantaciones.
Nos comprometemos por lo tanto a unirnos a los movimientos que se oponen a las plantaciones forestales, los cuales ya han conseguido éxitos significativos. Confiamos en que la lucha contra el modelo forestal industrial ha de colaborar al mismo tiempo para que las comunidades locales implementen soluciones locales a problemas locales. Soluciones que tendrán impactos positivos en el ambiente global y cuya evoluición contínua asumimos la responsabilidad de apoyar.
Montevideo, junio de 1998
Yoichi Kuroda
Japan Tropical Forest Action Network (JATAN)
Japón
Witoon Permpongsacharoen
Towards Ecological Recovery and Regional Alliance (TERRA)
Tailandia
Marcus Colchester
Forest Peoples Programme
Reino Unido
William Appiah
Third World Network
Ghana
Larry Lohmann
The Corner House
Reino Unido
Chris Hatch
Rainforest Action Network
EE.UU.
Saskia Ozinga
FERN
Reino Unido
Wally Menne
Timberwatch Coalition
Sudáfrica
Liz Chidley
Down to Earth
Reino Unido
Hernán Verscheure
Comité Nacional pro Defensa de la Fauna y Flora (CODEFF)
Chile
Rosa Roldán
Instituto Brasileiro de Analises Sociais e Economicas (IBASE)
Brasil
Elías Díaz Peña
Sobrevivencia
Paraguay
Göran Eklöf
Sociedad Sueca para la Conservación de la Naturaleza
Suecia
Chad Dobson
Consumer's Choice Council
EE.UU.
Patrick Anderson
Greenpeace Internacional
Silvia Ribeiro
Red de Ecologia Social/Amigos de la Tierra-Uruguay
Uruguay
Roberto Bissio
Instituto del Tercer Mundo
Uruguay
Hilary Sandison
Imágenes
Uruguay
Raquel Núñez
Red del Tercer Mundo
Uruguay
Liliana Medina Cócaro
Voluntad Internacional de Defensa Ambiental (VIDA)
Uruguay
Ricardo Carrere
Movimiento Mundial por los Bosques - Coordinador Internacional
Uruguay