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Buenos Aires, noviembre 1998
El WRM está profundamente preocupado por el rumbo que están tomando las negociaciones sobre el cambio climático, en especial luego de establecido el Protocolo de Kyoto. Actualmente un gran número de gobiernos del Norte parecen estar más ocupados en querer comprar una manera de sacarse de encima sus responsabilidades para con el ambiente global –en especial a través de los "Mecanismos de Desarrollo Limpio"– en lugar de implementar acciones para contrarrestar efectivamente el efecto invernadero. Por otra parte, muchos gobiernos del Sur parecen estar igualmente interesados en este enfoque y deseosos de vender sus servicios ambientales al mejor postor.
Sin embargo el problema del cambio climático a que el mundo se ve enfrentado, así como los remedios al mismo, son ampliamente conocidos. La liberación de gases de efecto invernadero a la atmósfera es el resultado de modalidades de producción y consumo insustentables. Uno de los principales gases de efecto invernadero es el dióxido de carbono, la mayor parte de cuyas emisiones provienen de dos fuentes principales: el uso de combustibles fósiles y los procesos de deforestación (que liberan carbono almacenado en la biomasa). El remedio sería por lo tanto dejar de usar combustibles fósiles y detener la deforestación.
La cuestión no se centra en si estas soluciones son alcanzables ahora (el conocimiento y la tecnología necesarios para ello por cierto que existen), sino en si los gobiernos están creando condiciones para alcanzar ese objetivo y si las soluciones serán implementadas antes de que los ecosistemas y las sociedades del mundo lleguen al colapso total. Por desgracia, éste no parece ser el caso.
Los pueblos que habitan los bosques tropicales en todo el mundo son testigos de un gran aumento en la prospección petrolera y de gas –promovida en muchos casos por bancos multilaterales de desarrollo– y están luchando para frenarla. Los gobiernos del Sur, de la mano de las compañías petroleras y de gas del Norte, reprimen a estos pueblos, mientras los gobiernos del Norte fingen no ver lo que estas compañías están haciendo. Estas poblaciones locales, al defender sus propios derechos, están también defendiendo el ambiente global, puesto que si sus luchas son exitosas, habrá menos emisiones provenientes de combustibles fósiles a la atmósfera y menos bosques tropicales serán destruidos.
Los procesos de deforestación siguen sin disminuir. Esta destrucción habrá de continuar a menos que se introduzcan cambios sustanciales en la actual economía mundial, que es insustentable. También aquí se levantan las poblaciones locales para defender sus bosques y tierras forestales y nuevamente son reprimidos por sus respectivos gobiernos, en beneficio de las élites locales y de las empresas transnacionales madereras, mineras, petroleras, forestadoras, agrícolas, camaroneras y otras actividades económicas.
Las plantaciones forestales, promovidas como una de las más significativas soluciones al cambio climático, traen implícitas nuevos procesos de deforestación en muchos países del Sur. Allí los bosques están siendo sustituidos por monocultivos forestales. Al mismo tiempo, esta supuesta solución está creando ulteriores problemas para la población y el ambiente a nivel local, tales como el desplazamiento forzado de las poblaciones (que determina a su vez mayor deforestación), la destrucción del suelo y de los recursos hídricos, la eliminación de hábitats de la fauna y flora locales, etc.
En atención a lo anterior, reclamamos a los gobiernos presentes en la COP4:
1) Que asuman un compromiso real hacia la conservación de los bosques apoyando –en lugar de reprimir– a las comunidades locales dispuestas a preservar sus bosques.
2) Que creen condiciones aptas para que las comunidades locales puedan manejar los bosques comunitarios, lo que incluye el reconocimiento legal de los derechos territoriales de los pueblos indígenas y de otros pueblos tradicionales que habitan en los bosques y dependen de ellos.
3) Que aborden el problema de la tenencia de la tierra y promuevan una reforma agraria auténticamente participativa, a efectos de evitar las migraciones planificadas y no planificadas a la selva.
4) Que supriman la promoción de los monocultivos forestales en gran escala (en especial con especies exóticas) y promuevan el reestablecimiento de bosques mediante la implantación de las especies nativas en cada zona y en aquellos casos en que las comunidades locales deseen recuperar sus bosques.
5) Que no impulsen proyectos de construcción de infraestructura u otros que puedan, directa o indirectamente, derivar en procesos de deforestación.
6) Que aborden las causas internacionales subyacentes de la deforestación y la degradación de los bosques.
7) Que establezcan una coordinación con otros procesos internacionales que se ocupan de temas ambientales igualmente importantes, tales como la Convención de Diversidad Biológica y el Foro Intergubernamental sobre Bosques, para asegurarse de que las iniciativas que se llevan adelante en cada uno de los distintos procesos no sean antagónicas entre sí, como es el caso de la promoción de grandes plantaciones forestales como sumideros de carbono, lo que contribuye a una mayor deforestación y pérdida de la biodiversidad.