Australia, como todos los países colonialistas, se fundó sobre el robo de la tierra a sus pueblos indígenas. Sin embargo en Australia las autoridades fueron más allá del robo cuando declararon al continente como “Terra Nullius”, es decir, tierra vacía o tierra que no pertenece a nadie. La Terra Nullius no garantizó ningún derecho legal para los pueblos indígenas ya que, ¿cómo podrían tener derechos si legalmente no existen?
En las regiones del sur de Australia eso significó que los sobrevivientes indígenas de las masacres y enfermedades fueran llevados en redadas a centros misioneros y “eliminados de la vista de la mayoría de la gente blanca”. Una vez que los europeos lograron desarticular a la población indígena, se mudaron e intentaron “europeizar” la tierra, en gran medida con resultados desastrosos.
Se deforestó en gran escala, con fines tanto de expansión agrícola como de explotación maderera. Existe una descripción indígena de la carnicería ambiental que la iguala a “una plaga de langostas que desciende sobre la tierra, devorando todo lo que tiene a la vista”.
A fines de la década de 1960 y principios de la de 1970, las operaciones de chipeo de madera para exportación aumentaron el ritmo de destrucción de los bosques nativos. El 40 o 50 por ciento de la madera de bosque nativo producida en Australia se exportaba a Japón como chips. En la década de 1990 esa cifra se había incrementado a 80%.
También en la década de 1960, los esfuerzos por financiar la expansión de las plantaciones de Australia provocaron la destrucción de grandes extensiones de bosque nativo. Los conservacionistas se opusieron a ese establecimiento de plantaciones así como a la tala de grandes partes del bosque nativo. Esencialmente, el movimiento conservacionista de Australia estaba dominado por grupos que querían proteger la biodiversidad natural de los bosques del país.
No obstante, en 1989, el Instituto de Tecnología Royal Melbourne publicó un documento titulado “No Need for Conflict” (No es necesario el conflicto). El documento fue redactado por Judy Clark (economista y ex burócrata del gobierno) y Margaret Blakers (activista en defensa de los bosques). El documento comenzó promoviendo la opinión de que con plantaciones era posible que Australia dejara de talar los bosques nativos y todas las necesidades de madera aserrada del país se cubrirían a partir de las plantaciones de madera blanda (pinos), en tanto las necesidades de celulosa lo harían de las plantaciones de madera blanda y madera dura (eucaliptos). Las plantaciones establecidas en la década de 1960 estaban prontas para ser cortadas, lo que significaba que se disponía de un gran volumen de madera de plantaciones.
El primer grupo en adherir públicamente a esta posición fue The Wilderness Society, en 1991, quien alentó a los consumidores de madera a ser “éticos” comprando solamente madera de plantaciones. En julio de 1995, los Consejos Estatales y de Conservación Territorial de Australia encomendaron la realización del informe “Australia’s Plantations” (Las plantaciones de Australia), por Judy Clark. Este informe recabó información de todo el país, nuevamente con el propósito de acelerar la transición del corte de bosques nativos a plantaciones. En 1996, la Fundación de Conservación Australiana también adhirió a una política de madereo de “bosques no nativos”. El partido político Verde también fue activo en el apoyo a las plantaciones.
Los grupos pro-plantaciones no hicieron casi mención alguna a los problemas obvios de las plantaciones, tales como el uso de plaguicidas y el consumo de agua o (¡horror!) los derechos territoriales indígenas. Previamente, los grupos ambientales habían sido críticos de la silvicultura industrial en todas sus formas y disfraces. Las críticas a las plantaciones desde mediados de la década de 1990 vendrían ahora solamente de una pequeña minoría del movimiento ecologista y de las comunidades impactadas por las plantaciones.
En 1996, ONGs ambientalistas como Amigos de la Tierra, que cuestionaban la sustentabilidad de las plantaciones, comenzaron a sufrir crecientes presiones para apoyar la posición del madereo de “bosques no nativos” y se produjo una división en el movimiento en defensa del bosque: quienes eran críticos de las plantaciones quedaron relegados o fueron ignorados completamente. Amigos de la Tierra no iba a apoyar una política de plantaciones porque años atrás, activistas del grupo habían sido envenenados en Tasmania con filtraciones de Atrazina de una plantación de eucaliptos en Lorinna. ¿Cómo Amigos de la Tierra iba a estar de acuerdo con una política de plantaciones que envenenó las existencias locales de agua?
Dentro de las críticas al madereo de bosques nativos caía todo tipo de actividad y con cualquier fin: la forestación para restauración, el “eco madereo”, la utilización de leña, etc, etc; todo fue tratado con desconfianza. Esencialmente, entonces, en 1996 la mayoría del movimiento ambiental australiano había sido captado voluntariamente por la ideología de “no madereo del bosque nativo, sólo de plantaciones”.
En 1997, el Gobierno estatal y federal anunció el plan Visión 2020, que básicamente significaría una triplicación de las plantaciones de Australia para el año 2020. De un millón de hectáreas a tres millones de hectáreas. Las críticas del plan Visión (una de las mayores apropiaciones de tierra por empresas en Australia) casi ni existió para las ONG ambientalistas. ¿Cómo podría un movimiento que prácticamente le daba su apoyo total a las plantaciones, criticar un plan que triplicaría su tamaño? ¡Qué ganga para las compañías forestales!
De igual manera, con los planes para acelerar el ritmo de avance de las plantaciones a escala internacional, ¿cómo podrían las ONG ambientalistas australianas criticar la expansión de las plantaciones en otros países si las apoyaban en su propio país?
En 2002, el Consejo de Manejo Forestal (FSC) entró en Australia, pero la recién creada Cámara Ambiental no estuvo de acuerdo con la certificación de los bosques nativos y desde esa época la certificación sólo ha tenido lugar en plantaciones y conforme a normas provisorias.
En resumen, el impulso a las plantaciones en Australia por parte de ONGs ambientalistas ha sido el resultado de una destrucción generalizada de los bosques nativos y de los intentos desesperados por salvar lo que queda de ellos. Sin embargo, en su afán por promover las plantaciones, el movimiento ambiental “barrió bajo la alfombra” varios aspectos ecológicos y sociales claves vinculados a las plantaciones. Esto dejó la lucha contra las plantaciones en Australia en manos de comunidades sin financiamiento y unos pocos ambientalistas dispersos, entre los que me incluyo.
Por Anthony Amis, Amigos de la Tierra Melbourne, correo electrónico:anthonyamis@hotmail.com
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http://www.baddevelopers.green.net.au/Docs/bluegumswesternvic.htm