Esta nueva publicación de la Serie del WRM sobre Plantaciones (*) examina la resistencia de las poblaciones vecinas a las dos mayores plantaciones industriales de árboles de África: el monocultivo de caucho Hévéa-Cameroun (HEVECAM) y la plantación de palma aceitera Société Camerounaise de Palmeraies (SOCAPALM). El informe pretende ayudar a llenar un vacío de información sobre la situación que rodea a las plantaciones comerciales de África Ecuatorial.
Previo al establecimiento de los dos monocultivos, la región – situada en el Sur de Camerún, cerca de Kribi – estaba cubierta por bosques tropicales costeros excepcionalmente ricos en biodiversidad. Estaba escasamente poblada por agricultores-cazadores Bantúes y cazadores-recolectores Bagyeli (pigmeos), ambos estrechamente dependientes de los recursos del bosque. Con la llegada de las plantaciones, en 1975 en el caso de HEVECAM y en 1978 para SOCAPALM, estas poblaciones fueron desplazadas y el bosque talado y reemplazado por monocultivos. Como explica el informe, hoy en día las plantaciones están adyacentes a unas veinte comunidades Bantúes y Bagyeli que se encuentran, en mayor o menor medida, en conflicto abierto contra estas agroindustrias.
Al analizar el conflicto, surge claramente que el papel del gobierno ha sido siempre central, sobre todo en la determinación del marco legal dentro del cual operan las agroindustrias (propiedad de la tierra, términos y condiciones, leyes sociales y ambientales). Si bien es cierto que el Estado debe cumplir con los requisitos de actores internacionales (FMI, Banco Mundial, gobierno francés), también es cierto que es un actor clave en el conflicto y que, casi siempre, está del lado de las agroindustrias. La relación entre los pobladores y el Estado en este sentido es ambigua: por un lado, se lo percibe distante y autoritario (“la tierra no es de ustedes sino del gobierno” es la respuesta típica que los aldeanos reciben de las autoridades), y por otro lado, el Estado es aún respetado en cierta medida (“¡no tomaremos las armas contra nuestro propio gobierno!”).
En este contexto conflictivo, uno podría preguntarse por qué, en Camerún, las plantaciones industriales han sido tan promovidas por el Estado, cuando su rendimiento económico estuvo a menudo por debajo de lo esperado. Una explicación consiste en mostrar los intereses creados de la élite nacional y/o la subordinación de los campesinos a los requerimientos de la acumulación capitalista, considerada como único camino hacia el “desarrollo”. En resumidas cuentas, el Estado se posicionó indiscutiblemente desde el comienzo de la colonización – y a pedido del sector privado de la metrópoli – como principal agente de la transición hacia el capitalismo, a pesar de la resistencia de muchas comunidades locales. A propósito de esto, el primer movimiento nacionalista importante – la UPC (Unión de los Pueblos de Camerún) del socialista Ruben Um Nyobé – surgió a partir de problemas relativos a la propiedad de la tierra relacionados con la colonización francesa.
Pero el conflicto entre las poblaciones locales y HEVECAM-SOCAPALM no es solamente una lucha por la tierra: es también, y tal vez sobre todo, un conflicto ambiental. Esto se debe a que los Bantúes y Bagyeli no reclaman el control del territorio de las plantaciones en sí mismo ya que, desde su punto de vista, esto se ha vuelto inútil. Lo que reclaman es: (1) una compensación de cualquier tipo – en dinero, en plantaciones para la aldea o en infraestructura (calles, escuelas, etc.) – por la destrucción de lo que ellos consideran su bosque; y (2) la no expansión de HEVECAM-SOCAPALM, es decir, la preservación de sus restantes bosques tradicionales. Es con tal propósito que los Bantúes de la zona reclaman que algunos de los suyos sean empleados como altos ejecutivos dentro de las empresas.
Sin embargo, como suele acontecer con las poblaciones rurales pobres, los conflictos sociales permanecen latentes, poco organizados y sin una clara dimensión política. Los aldeanos suelen mostrarse en cierta forma resignados. Como el Estado es el “jefe supremo de la tierra” así como de la violencia legítima, hay que someterse a él. La protesta se limita en general al terreno del discurso, situación que R. Oyono llama “conflicto de lenguaje”. De hecho, los eventos descritos en la publicación se corresponden bastante bien con lo que J. Scott llama las “formas cotidianas de resistencia”. Esto último se refiere a cualquier acto realizado por miembros de las clases bajas que buscan mitigar o rechazar las exigencias (en este caso: la ocupación de la tierra y la obligación de respetar la propiedad privada) de las clases superiores (es decir, la gerencia de HEVECAM-SOCAPALM y el Estado), o que intentan expresar sus propias exigencias (una compensación en sentido amplio). Si bien este tipo de resistencia es la forma más común de conflicto entre las poblaciones rurales, suele pasar desapercibida para los historiadores y los científicos políticos, porque generalmente no quedan rastros escritos. Así, esas poblaciones no son lo que los observadores externos creyeron ver, es decir, estratos sociales globalmente pasivos que esporádicamente se rebelan en estallidos de violencia. Estas medidas cotidianas de resistencia suelen ser las armas de quienes carecen de poder. Pueden tomar diferentes formas, como el sabotaje, el robo, la ignorancia fingida, el falso acuerdo, la ocultación, la falta de compromiso, la difamación, los incendios provocados, etc. En nuestro caso, los robos de productos de las plantaciones y los incendios son formas típicas de resistencia que tienen lugar en el entorno de HEVECAM-SOCAPALM. Este tipo de lucha de clases requiere poca o ninguna coordinación y planificación; generalmente es anónima y evita toda confrontación directa con las autoridades o las clases superiores, con el fin de eludir la represión. Al acumularse, esos actos de resistencia pueden terminar por afectar seriamente los intereses de las clases dominantes.
En lo que respecta a la relación conflicto-efectos, J. Martínez-Alier señala que “si el objetivo es avanzar hacia una economía ecológica, más que en ‘la solución de los conflictos ambientales’ habría que centrarse (dentro de límites gandhianos) en la exacerbación de dichos conflictos”. En efecto, según este autor, es posible que este tipo de conflictos ambientales – descritos como el “ecologismo de los pobres” – pronto represente una fuerza social importante que permita lograr una mayor sostenibilidad.
Por Julien-François Gerber, correo electrónico: JulienFrancois.Gerber@campus.uab.es
(*) Colección del WRM sobre Plantaciones, número 13: "Résistances contre deux géants industriels en forêt tropicale. Populations locales versus plantations comerciales d’hévéas et de palmiers à huile dans le Sud-Cameroun" escrito por Julien-François Gerber.
Disponible sólo en francés, se puede solicitar una copia en papel comunicándose a la dirección bookswrm@wrm.org.uy ó se puede bajar una copia electrónica desdehttp://www.wrm.org.uy/publications/Cameroun_fr.pdf