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Cualquiera que adhiera a esta idea debe ser alguien que, o bien no visitó nunca una zona de bosques rodeada de comunidades, o bien simplemente está vinculado al negocio de las plantaciones. Los lugareños de los países del Mekong, en el sudeste asiático, que viven y dependen de sus bosques nativos, estarán totalmente en desacuerdo con tal afirmación. Para ellos, la conversión de sus bosques en plantaciones ha comenzado a ser la peor pesadilla que jamás sufrieron en la vida real.
¿Por qué es simplemente falsa esta afirmación? Los monocultivos de árboles no pueden mejorar el medio ambiente natural que es eliminado cuando se establecen las plantaciones, porque:
Una típica propaganda difundida por intereses comerciales y gobiernos de muchos países tropicales es decir que las plantaciones quitarán presión sobre los bosques nativos. Ellos sostienen que, con suficientes plantaciones, se podría dejar en paz a los bosques nativos ya que aquéllas proporcionarían suficiente madera, volviendo innecesario extraerla de éstos.
La necesidad de papel no está aumentando. No debemos confundir niveles de consumo con necesidad. En los países ricos ya utilizamos mucho más papel del que necesitamos, y la mayor parte se desperdicia. La real necesidad es reducir la demanda de papel, usar este recurso precioso con más eficiencia y estimular los sistemas de reciclaje que aseguran que las fibras de papel sean reutilizadas una y otra vez. Por supuesto, hay países y comunidades donde el consumo de papel está muy por debajo de lo necesario para la educación y las prácticas democráticas, y tienen derecho a utilizar más.
La experiencia de Ecuador en las zonas donde se han expandido las plantaciones a gran escala de pinos indica que, lejos de brindarles oportunidades a las mujeres, éstas se han visto perjudicadas de varias formas.
En el área de las plantaciones de árboles, el FSC surge como el principal organismo encargado de concederle un certificado a las plantaciones que considere que son “ambientalmente apropiadas, socialmente beneficiosas y económicamente viables”. El problema insalvable de ese “sello verde” otorgado por el FSC es que acepta lo que intrínsecamente no puede ser nunca ni socialmente beneficioso ni ambientalmente sustentable: el modelo de monocultivos de árboles a gran escala.
La expansión de las plantaciones de palma aceitera generalmente tiene lugar a costa de la transformación de ecosistemas naturales, especialmente bosques húmedos tropicales.  Esto tiene efectos nefastos, por un lado porque estos bosques son el hogar de poblaciones muy tradicionales que han aprendido a lo largo de milenios a comprender el bosque y a usarlo respetando su dinámica natural.
Para aquellos lectores del boletín del WRM que aún no lo saben, el sur de los Estados Unidos es la región de mayor producción de papel del mundo. Por más de 50 años hemos sido el campo de prueba de todos los métodos imaginables de silvicultura destructiva que, una vez perfeccionados aquí, se exportan al mundo entero.
A un nivel muy básico, lidiar con el cambio climático implica reducir en forma drástica e inmediata la cantidad de combustibles fósiles que extraemos y quemamos. La idea de utilizar las plantaciones para neutralizar estas emisiones es contraproducente ya que, en realidad, proporciona una falsa excusa para seguir quemando carbón, petróleo y gas.
Desde una perspectiva climática, las plantaciones de árboles no sólo no son una solución sino que además agregan más problemas. Es imposible predecir cuánto carbono podría capturar de la atmósfera una plantación, ni por cuánto tiempo. A diferencia del carbón o el petróleo subterráneos, el carbono almacenado en los árboles es “frágil”: puede volver rápidamente a la atmósfera en cualquier momento, a través de incendios, tormentas, ataques de insectos, enfermedades y descomposición.
Existe una particular arrogancia asociada a este argumento. Implica que los científicos y las corporaciones saben más sobre mejorar árboles que lo que se ha logrado en 3.000 millones de años de evolución, e ignora el hecho de que algunas especies de árboles que están siendo manipuladas tienen genomas varias veces más largos que el genoma humano. Pero lo que realmente están diciendo es que “la modificación genética de los árboles es útil y necesaria para ganar más dinero.”
Este mito tiene su raíz en el hecho de que la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) no diferencia los bosques de las plantaciones. Según la CMNUCC, “bosque” es una superficie de más de 500 metros cuadrados donde al menos el 10 por ciento está cubierto por árboles que pueden alcanzar más de dos metros de altura. Así, para la CMNUCC, no hay diferencia entre un monocultivo de eucaliptos, un bosque severamente degradado y un bosque primario intacto.