En el área de las plantaciones de árboles, el FSC surge como el principal organismo encargado de concederle un certificado a las plantaciones que considere que son “ambientalmente apropiadas, socialmente beneficiosas y económicamente viables”.
El problema insalvable de ese “sello verde” otorgado por el FSC es que acepta lo que intrínsecamente no puede ser nunca ni socialmente beneficioso ni ambientalmente sustentable: el modelo de monocultivos de árboles a gran escala.
Artículos del boletín
La expansión de las plantaciones de palma aceitera generalmente tiene lugar a costa de la transformación de ecosistemas naturales, especialmente bosques húmedos tropicales. Esto tiene efectos nefastos, por un lado porque estos bosques son el hogar de poblaciones muy tradicionales que han aprendido a lo largo de milenios a comprender el bosque y a usarlo respetando su dinámica natural.
Para aquellos lectores del boletín del WRM que aún no lo saben, el sur de los Estados Unidos es la región de mayor producción de papel del mundo. Por más de 50 años hemos sido el campo de prueba de todos los métodos imaginables de silvicultura destructiva que, una vez perfeccionados aquí, se exportan al mundo entero.
A un nivel muy básico, lidiar con el cambio climático implica reducir en forma drástica e inmediata la cantidad de combustibles fósiles que extraemos y quemamos. La idea de utilizar las plantaciones para neutralizar estas emisiones es contraproducente ya que, en realidad, proporciona una falsa excusa para seguir quemando carbón, petróleo y gas.
Desde una perspectiva climática, las plantaciones de árboles no sólo no son una solución sino que además agregan más problemas. Es imposible predecir cuánto carbono podría capturar de la atmósfera una plantación, ni por cuánto tiempo. A diferencia del carbón o el petróleo subterráneos, el carbono almacenado en los árboles es “frágil”: puede volver rápidamente a la atmósfera en cualquier momento, a través de incendios, tormentas, ataques de insectos, enfermedades y descomposición.
Existe una particular arrogancia asociada a este argumento. Implica que los científicos y las corporaciones saben más sobre mejorar árboles que lo que se ha logrado en 3.000 millones de años de evolución, e ignora el hecho de que algunas especies de árboles que están siendo manipuladas tienen genomas varias veces más largos que el genoma humano. Pero lo que realmente están diciendo es que “la modificación genética de los árboles es útil y necesaria para ganar más dinero.”
Este mito tiene su raíz en el hecho de que la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) no diferencia los bosques de las plantaciones. Según la CMNUCC, “bosque” es una superficie de más de 500 metros cuadrados donde al menos el 10 por ciento está cubierto por árboles que pueden alcanzar más de dos metros de altura. Así, para la CMNUCC, no hay diferencia entre un monocultivo de eucaliptos, un bosque severamente degradado y un bosque primario intacto.
Mientras para la mayor parte de la humanidad el cambio climático significa un desastre, unas pocas personas con mentalidad empresarial lo perciben como una buena oportunidad de negocios. De la forma en que lo ven, el cambio climático es una cuestión de emisiones de carbono, y el carbono puede ser manejado como una mercancía en el mercado global. Este mercado – según dicen – puede valer miles de millones o incluso billones de dólares y ellos esperan que les aporte enormes ganancias.
A mediados de julio, el Consejo Directivo del Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) aceptó una nueva metodología propuesta como parte del controvertido proyecto de Plantar en Minas Gerais, Brasil (ver información sobre Plantar en los boletines nº 84,http://www.wrm.org.uy/bulletin/84/Plantar.html, 70 y 72 del WRM).
La inclusión de los bosques en el mercado de carbono en su formato REDD (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación) fue adoptada por el sistema de las Naciones Unidas a través del Programa ONU-REDD. En 2008, el Secretario General de las Naciones Unidas presentó el Programa ONU-REDD, que es llevado a cabo por tres organismos de las Naciones Unidas: la FAO, el PNUMA y el PNUD, en estrecha colaboración con el Banco Mundial.
Uganda: plantación como sumidero de carbono – donde los árboles son más importantes que las personas
La empresa New Forest Company, con sede en el Reino Unido, está estableciendo plantaciones de árboles en Uganda, Mozambique y Tanzania. La compañía declara que “Si bien están basados en la economía forestal comercial, nuestros proyectos se financian con créditos de carbono […] conforme al Mecanismo de Desarrollo Limpio”. Esto significa que las ganancias por la venta de madera se verán incrementadas por la venta de “créditos de carbono” a industrias contaminantes del Norte.