Mientras en el planeta ya se hacen sentir los efectos del cambio climático, grupos de la sociedad civil advierten que lo que está en la raíz del problema es el actual sistema de producción, comercialización y consumo.
Artículos del boletín
Antes de que llegaran las plantaciones, los aldeanos de Teluk Kabung, en la provincia Riau de Sumatra, cultivaban coco. Hace algunos años, miles de hectáreas del bosque que rodeaba la aldea fueron cortadas y reemplazadas por monocultivos de acacia, para abastecer las operaciones en gran escala de la empresa de celulosa y papel Asia Pulp and Paper. “Apenas cortaron los árboles del bosque, las plagas avanzaron y se comieron nuestros árboles de coco”, contó un aldeano a Mitra Taj, periodista radial de Living on Earth.
El complejo Mau – el bosque más grande de Kenia – ha sido el hogar ancestral de la comunidad Ogiek. A pesar de ser extremadamente importante como zona de captación de agua, como regulador del microclima y por su diversidad biológica, el bosque Mau ha sido despejado regularmente para establecer asentamientos y emprendimientos agrícolas privados con apoyo de políticas oficiales. La destrucción del bosque ha socavado los derechos de los Ogiek a la subsistencia, a la cultura, e incluso a tener un futuro.
A menudo se describe la energía hidroeléctrica como energía “limpia” o “verde” y como parte de la solución para evitar el cambio climático relacionado con los combustibles fósiles. Sin embargo, la energía hidroeléctrica apoyada por los gobiernos y promovida por las empresas implica la construcción de enormes represas que tienen como consecuencia la destrucción ambiental y la violación generalizada de derechos humanos, desde la pérdida del sustento hasta expulsiones forzadas y casos relacionados de represión.
El 41% del total del territorio de la región de la Sierra Madre de Chiapas – 227.000 km2, equivalente a la mitad de todo el territorio de Centroamérica – fue entregado a empresas nacionales y extranjeras en forma de concesiones mineras. Empresas mineras canadienses, estadounidenses y australianas, extraen de allí oro y plata, con la anuencia y protección de los gobiernos y el auspicio del TLC.
En noviembre de 2009, 117 organizaciones nigerianas firmaron una declaración dirigida al gobierno, con un mensaje estimulante: hay que dejar el petróleo bajo tierra. En ella manifestaban que coincidían en oponerse a todo nuevo campo petrolero, y pedían a todos los pueblos y organizaciones progresistas que apoyaran su reclamo de dejar en tierra todo nuevo yacimiento de petróleo que se descubra y de no explotar tampoco el bitumen.
Un caso muy claro para ilustrar que la conservación de bosques es un tema de derechos humanos, es el de la situación de los indígenas Ayoreo que habitan en el Chaco paraguayo. También es uno de los casos más claros de que la protección de los bosques debe dejarse en manos de quienes están más interesados en su conservación: los pueblos indígenas que de ellos dependen.
Cuando una casa se está incendiando, lo que importa es apagar el incendio. Si bien todos los vecinos pueden ayudar, se espera que los bomberos asuman la dirección de la operación y que el Estado brinde todo el apoyo necesario para la extinción del fuego. Una vez extinguido, los expertos determinarán las causas del incendio y, en caso de haber sido provocado, se establecerán las responsabilidades y penalidades correspondientes. Pero lo primero es apagarlo.
Aun cuando todo parece indicar que el futuro del clima del planeta está en manos de una troupe circense, siempre existe la posibilidad de volver a recuperar el sentido común, es decir, el sentido de la gente común.
Las negociaciones internacionales sobre protección del clima global han sido lentas y han tenido magros resultados. El debate comenzó más de 20 años atrás, cuando se formuló el objetivo de lograr reducir las emisiones de CO2 en un 20 por ciento, y desembocó en el Protocolo de Kyoto que lo bajó a un mero 5 por ciento, pero incluso esto ha sido cuestionado una y otra vez.
Como resultado de la creciente preocupación que suscita el cambio climático, los bosques figuran nuevamente entre los primeros puntos de la agenda internacional, principalmente en lo referente a su función como reservorios de carbono. Está ampliamente reconocido que los bosques pueden contribuir a mitigar (si se los conserva) o a empeorar (si se los destruye) el peligro inminente del cambio climático. Sin embargo, ¿se está hablando realmente de bosques?