Artículos del boletín

El mecanismo de reducción de emisiones por deforestación y degradación de los bosques (REDD) se basa en una idea muy simple: hacer que los bosques valgan más vivos que muertos. Pero considerándolo en detalle, el tema no es para nada simple. Para los habitantes de los bosques, éstos ya valen más vivos que muertos. REDD podría implicar la mayor transferencia de todos los tiempos del control de los bosques hacia financieras internacionales de carbono y empresas contaminadoras.
En circunstancias trágicas como las que sufren actualmente l@s haitian@s, resulta muy difícil pensar y hablar de cualquier otra cosa. Pero pensar – antes de hablar – es algo que está notoriamente ausente en la información que recibimos a diario sobre la crisis en Haití. El mundo entero está siendo bombardeado con “noticias” enviadas por un ejército de periodistas que compiten entre sí para ver quién difunde el “mejor” artículo o video o audio de horror sobre el sufrimiento de innumerables personas.
Los Chittagong Hill Tracts (CHT), ubicados en el sudeste de Bangladesh, en la frontera con Birmania, son una de las últimas regiones boscosas que quedan en el país y el dominio ancestral de una docena de comunidades indígenas conocidas colectivamente como los pueblos Jumma (de “jum” = cultivo rotativo). Estos pueblos tienen identidades religiosas, lingüísticas y étnicas totalmente diferentes de las de la mayoría de los bengalíes musulmanes. Durante la dominación británica, la región era autónoma, casi enteramente prohibida para los forasteros y habitada mayormente por indígenas.
El Acuerdo de Copenhague – alcanzado por un grupo de países durante la Cumbre de Copenhague sobre el Cambio Climático e impuesta al resto – fue definida por Praful Bidwai, del Transnational Institute, como “una parodia de lo que el mundo necesita para evitar el cambio climático”: el objetivo de que el aumento de la temperatura global sea de dos grados Celcius está 0,5 grados por encima del objetivo aceptado por la mayoría de los países de la ONU; los países pobres quedan básicamente librados a su suerte en términos de adaptación al cambio climático; y, finalmente, las violaciones del Acuerd
Los Penan han vivido en los bosques tropicales de Sarawak desde tiempos inmemoriales. Allí solían cazar y recolectar alimentos y vivían del sagú, una fécula que se extrae del corazón de los tallos de la palmera sagú, hasta que en los años 1950 decidieron establecerse en las aldeas donde hoy viven. (1)
El pueblo Naso, también conocido como Teribe, o Tjer-di, habita en el noroeste de Panamá, en la provincia Bocas del Toro, en un territorio de 1.300 km2 que abarca gran parte de la cuenca del río Teribe y del río San San. Este grupo indígena, que históricamente se defendió de los colonizadores y que ya estaba en esas tierras cuando llegaron los primeros conquistadores españoles a la región, continúa practicando la agricultura y la pesca de subsistencia en estrecha conexión con la naturaleza que lo rodea y le provee de alimento, abrigo, salud, ocupación y ocio.
¡La selva no se vende! ¡la selva se defiende! es el clamor en el distrito de Barranquita, provincia de Lamas, región San Martín. Los habitantes de los caseríos de la cuenca del río Caynarachi, en la amazonía peruana, han visto vulnerados los derechos de propiedad adquiridos sobre la tierra que trabajan. Ellos han sido verdaderos custodios de la selva, cuidando en sus propias parcelas su inmensa riqueza de flora, fauna y recursos hídricos.
Eso que llaman con tanta elegancia “cambio climático” es en realidad una de las violaciones más flagrantes de derechos humanos que se hayan cometido en la historia. Es un crimen de lesa humanidad.
Cuando se habla de violación de los derechos humanos, no es posible dejar de hablar de Colombia. Cuando se habla de la brutal expansión de las plantaciones de palma aceitera en territorios comunitarios, no es posible dejar de hablar de Colombia. Allí, ambos temas van de la mano.
La petrolera italiana Eni es una de las diez empresas energéticas más grandes del mundo y ahora la mayor de África. La empresa también está calificada actualmente como la compañía de petróleo y gas más “sostenible” del mundo.
Mientras en el planeta ya se hacen sentir los efectos del cambio climático, grupos de la sociedad civil advierten que lo que está en la raíz del problema es el actual sistema de producción, comercialización y consumo.
Antes de que llegaran las plantaciones, los aldeanos de Teluk Kabung, en la provincia Riau de Sumatra, cultivaban coco. Hace algunos años, miles de hectáreas del bosque que rodeaba la aldea fueron cortadas y reemplazadas por monocultivos de acacia, para abastecer las operaciones en gran escala de la empresa de celulosa y papel Asia Pulp and Paper. “Apenas cortaron los árboles del bosque, las plagas avanzaron y se comieron nuestros árboles de coco”, contó un aldeano a Mitra Taj, periodista radial de Living on Earth.