Artículos del boletín
Un grupo de redes y organizaciones sociales y ambientales, preocupadas sobre la posibilidad de que las Naciones Unidas finalmente adhieran a políticas que aceptan y promuevan árboles manipulados genéticamente, advirtió sobre sus posibles perjuicios, que se agravarían dentro del modelo de monocultivos a gran escala.
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Endless rows of tree trunks pass before our eyes behind the car window. In the utmost south of the Brazilian state Bahia, eucalyptus plantations are a common sight. Sometimes we can see the remains of the Mata Atlântica, the majestic Atlantic Rainforest that used to cover the region. Now there is only four percent left. Logging companies and sawmills have made huge profits here.
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Two previous WRM Bulletins (January and September 2009) reported on the “biochar” concept – the idea of producing charcoal on a large scale and applying it to soils on the assumption that this will store carbon for thousands of years and slow down if not reverse climate change as well as making soils more fertile, producing ‘renewable energy’ and doing all sorts of other magical things.[1]
Recientemente se acaba de difundir un nuevo trabajo del Profesor Walter de Paula Lima (WPL) titulado “A silvicultura e a água: Ciência, Dogmas, Desafios”, que parece cuestionar la experiencia de numerosas comunidades que han vistos afectados sus recursos hídricos por la instalación de grandes monocultivos de eucaliptos.
Sin embargo, en realidad el trabajo de WPL aporta una serie de elementos que –a pesar de los objetivos del autor- de hecho confirman lo que las comunidades ya saben: que los grandes monocultivos de eucaliptos efectivamente afectan el agua.
Rodeadas por un desierto verde de 60.000 hectáreas de plantaciones de palma aceitera, se encuentran 150 hectáreas de tierras agrícolas y boscosas pertenecientes a la comunidad Apouh A Ngog en la primera región de Edéa en Camerún.
La comunidad Apouh A Ngong, es una de las tantas comunidades que están cercadas por las plantaciones y que desde hace años mantienen un conflicto abierto con Socapalm, filial local del grupo francés Bolloré (1).
Como en años anteriores, este 21 de setiembre se conmemora en todo el mundo el Día Internacional contra los Monocultivos de Árboles. Destinado a fortalecer la lucha contra el avance de los “desiertos verdes” de árboles, la jornada apunta a denunciar los impactos de este modelo sobre las vidas de millones de personas afectadas por el mismo.
La historia de los últimos 500 años de este continente es una historia de saqueo de sus recursos y de explotación violenta de sus pueblos por parte de potencias extranjeras (en particular europeas) que se enriquecieron a costa del sufrimiento (y muerte) de millones de africanos y de la destrucción de sus recursos.
Los monocultivos avanzan en el sudeste asiático
La característica principal de los monocultivos es que no solamente desplazan las alternativas sino que las destruyen. No toleran otros sistemas ni son capaces de reproducirse a sí mismos de manera sustentable, escribía Vandana Shiva en su clásico ensayo de 1993 “Monocultivos de la mente”.
Los territorios de lo que hoy constituye América Latina suelen revestir dos características a los ojos de las grandes empresas y conglomerados comerciales: abarcan grandes superficies y son fuente de codiciadas mercancías: madera, palma aceitera, cultivos comerciales, carne, lana, materia prima para agrocombustibles, recursos genéticos, tierra, agua. Son un imán para el gran capital.
El 28 de julio, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró “el derecho al agua potable y el saneamiento como un derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los derechos humanos.” (1)
Esto resulta una sorpresa; no porque se haya adoptado la resolución sino porque significa que hasta ahora, ¡el acceso al agua potable NO había sido reconocido como uno de los derechos más básicos de cada ser humano!
El pasado mes de abril, la República Centroafricana ratificó el Convenio sobre Pueblos Indígenas y Tribales de la OIT (Convenio Nº 169), transformándose así en el primer país africano en hacerlo.