Artículos del boletín

En el mes de noviembre del año en curso, el Pueblo Guaraní del Itika Guasu, que habita en la provincia O’Connor del departamento de Tarija, donde se encuentra el megacampo gasífero Margarita, se reunió en Asamblea.
No importa dónde lleve a cabo sus operaciones: la industria de la celulosa y el papel llega siempre con la promesa de crear empleos. Desgraciadamente, para las personas que viven en la zona que la industria ocupa estas promesas rara vez se traducen en empleos. En un informe reciente para el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales realizado por Alacri De'Nadai, Winfridus Overbeek y Luiz Alberto Soares se registra el fracaso de Aracruz Celulose, la mayor empresa productora de pulpa blanqueada de eucalipto, en cuanto a ofrecer trabajo a los residentes locales.
Las selvas del Pacífico colombiano, que constituyen el Territorio Región del Pacífico, una de las zonas de mayor diversidad biológica del mundo, han sido habitadas desde hace muchos años por las comunidades ribereñas negras. Sus integrantes fueron los últimos ciudadanos colombianos a los que se les reconoció el derecho a la propiedad de los territorios que poseyeron y utilizaron durante siglos.
El connotado proyecto de instalación de dos fábricas de celulosa en Uruguay, sobre el río del mismo nombre, ha provocado una firme oposición tanto dentro del país como entre la sociedad civil de la vecina provincia argentina de Entre Ríos, la cual está situada río de por medio, a escasos kilómetros de donde se instalarían las fábricas de la española Ence y la finlandesa Botnia.
El cambio climático ya está ocurriendo. Los recientes huracanes en el Caribe, Centroamérica, México y el sur de Estados Unidos, que dejaron gran cantidad de muertes a su paso, no son hechos naturales normales: son desastres provocados por los humanos, resultado de causas bien conocidas. Si estas causas no se encaran con seriedad, millones de personas seguirán sufriendo los impactos del cambio climático, que abarca desde sequías extremas a tormentas e inundaciones extremas.
A ojos de los forasteros, los Bagyeli pueden parecer muy pobres. Sus posesiones materiales se reducen a prácticamente nada, tienen poco o ningún dinero y además a menudo no cuentan con una casa permanente. No obstante, uno de los indicadores más importantes de la riqueza de estos pueblos es el acceso que tienen al bosque y sus recursos y el grado de su posibilidad de participar en los procesos de adopción de decisiones relativas a su sustento.
El gigante minero Rio Tinto, la segunda mayor empresa de minería diversificada del mundo, ha recibido permiso para abrir una enorme mina en la isla de Madagascar, en el océano Índico, que implicará excavar uno de los bosques más singulares del mundo en territorios de población indígena. QIT Madagascar Minerals, subsidiaria de Rio Tinto, con 20% de participación del gobierno y apoyo del Banco Mundial, es quien está elaborando el proyecto de minería de dióxido de titanio de US$ 775 millones que se pretende llevar a cabo en la región de Fort Dauphin de esta isla.
La manía privatizadora nos ha atacado como una plaga inevitable. La lista de privatizaciones se expande inexorablemente. Lo admitamos o no y cualquiera sea el lenguaje que utilicemos para racionalizarlo, el hecho es que las instituciones de Bretton Woods y los poderes occidentales dominantes están obligando a los gobiernos africanos a tragarse las privatizaciones. Incluso la llamada reducción de la deuda del Grupo de los 8 (países industrializados) se basa en la privatización, que es una de sus condiciones. Y las instituciones de Bretton Woods tienen una forma particular de discutir.
Al igual que otros países invadidos por los monocultivos forestales (o el “cáncer verde”, como los llaman algunos sudafricanos), Sudáfrica demuestra que el objetivo de estos planes no fue mejorar la calidad de vida de los residentes locales. Todo lo contrario. A la información proporcionada por el informe sobre los impactos de la subcontratación en la industria forestal (ver boletín Nº 96 del WRM) se sumaron las impresionantes estadísticas que surgieron del primer taller de estatutos de empoderamiento del sector forestal realizado el 12 de setiembre en Londres.
Los bosques de la India, cimientos de la seguridad ecológica de la nación, están desapareciendo a un ritmo alarmante a manos de una serie de empresas comerciales. Las últimas estadísticas publicadas por la Encuesta Forestal de la India demuestran que el país ha perdido más de 26.000 km² de sus densos bosques durante el período 2001-2003. Más de 3.000 especies de plantas con flores y cerca de 200 especies de animales del país ya fueron clasificadas como amenazadas; es seguro que esta pérdida masiva de bosques colaboró con el proceso que está diezmando la biodiversidad.
La zona de bosques de Monte Merapi fue clasificada como parque nacional; en la región, cuando se habla de esto, a menudo la gente termina preguntándose directamente por qué esta zona fue convertida en parque. El ecosistema de bosques de Monte Merapi se sitúa entre los 600 y los 2.968 metros sobre el nivel del mar en la provincia de Yogyakarta, República de Indonesia. Tiene una superficie de 8.655 hectáreas cubiertas en su mayoría por la selva tropical de montaña que es fuente de sustento de un millón de personas distribuidas en cuatro distritos.
La sociedad de Laos vive actualmente un proceso de profunda reestructuración. A lo largo de la última década el gobierno de Laos ha desplazado a decenas de miles de Pueblos Indígenas de sus remotos hogares en las montañas para reasentarlos en zonas bajas y cercanas a las carreteras. Mientras que los objetivos de los programas gubernamentales son el “desarrollo” y la “reducción de la pobreza”, los impactos que sufren las comunidades reasentadas en cuanto al sustento, la seguridad alimentaria y el medio ambiente de han sido a menudo devastadores.