Los manglares son ecosistemas únicos, que albergan una increíble biodiversidad: aves migratorias, animales marinos y reptiles, además de las especies vegetales asociadas. Funcionan como un sistema natural de tratamiento del agua; por ser lugares de desove, proveen a las comunidades locales varios recursos de los que, directa o indirectamente, dependen para su alimentación e ingresos. Los manglares intactos forman una barrera natural contra inundaciones, tormentas y otros desastres naturales como tsunamis y huracanes, protegiendo la costa contra la erosión.
Artículos del boletín
La capacidad de almacenamiento de carbono de los manglares y varios otros ecosistemas costeros, como las marismas de agua salada, las praderas marinas, los bosques de algas y los humedales, ha pasado a ser noticia.
El manglar es un ecosistema vital pero frágil, que depende de los demás ecosistemas cercanos: el río y las marismas. A su vez, la salud del mar y de los arrecifes de coral depende de un manglar en buen estado. Todo está conectado.
La región de Brasil, y quizás del mundo, donde el monocultivo de eucalipto y la producción de celulosa se expanden de forma más rápida se encuentra en el estado de Mato Grosso do Sul, específicamente en la micro-región de Três Lagoas.
El afán de la industria forestal por incrementar sus ganancias ha llevado a una homogeneización creciente de los cultivos de árboles destinados a la producción de madera y celulosa.
Wikipedia – la enciclopedia libre construida en forma colectiva – es cada vez más una referencia, incluso en el campo académico. Podemos dar allí nuestra opinión y combatir cada ocasión en que un monocultivo de árboles sea llamado bosque.
Pero también podemos influir en otros foros, como programas de radio y televisión, libros educativos, boletines de información, revistas y demás. ¡Incluso en conversaciones informales! Siempre que sea posible. ¡Basta con estar alertas!
Los invitamos y exhortamos a cambiar la situación. ¡Que quede claro que las plantaciones no son bosques!
El afán de la industria forestal por incrementar sus ganancias ha llevado a una homogeneización creciente de los cultivos de árboles destinados a la producción de madera y celulosa.
Una de las actividades de explotación de recursos naturales que genera más impactos negativos y que, al mismo tiempo, genera más ganancias, es la minería. Tal vez sea por ello que las mayores empresas mundiales del sector compiten entre sí, no solamente por las reservas minerales sino por el grado de perfección con que trabajan el imaginario popular para ser consideradas ejemplos de ‘sustentabilidad’.
Ante el aumento de los precios de las materias primas y el acaparamiento de algunos minerales por ciertas economías emergentes, Europa afila las uñas. Los países del Sur que albergan gran cantidad de bienes son, como siempre, los que salen perdiendo, en especial, sus poblaciones.
Es obvio que la actividad minera puede plantear una amenaza a la integridad de los bosques. La limpieza de la vegetación superficial y de los suelos para tener acceso a los minerales subterráneos tiene repercusiones evidentes y con frecuencia la misma es de larga duración. El desgaste provocado en la superficie por las minas mismas, con la erosión y colmatación correspondientes, se ve agravado por los montones de residuos, las balsas de vertidos, los trabajos mineros asociados, las capas freáticas alteradas y los cambios químicos locales.
En Guatemala las autoridades gubernamentales continúan promocionando la minería de metales, pese al descontento generalizado en comunidades locales y pueblos indígenas, quienes han realizado una serie de consultas a vecinos y de buena fe, donde ha quedado de manifiesto su total rechazo a esta actividad.
Durante años la minería metálica se proyectaba y explotaba en las sierras y cadenas montañosas, pero desde hace más de dos años sorprendió la noticia de cuatro licencias que buscaban la exploración y reconocimiento de hierro y otros minerales metálicos en la Costa Sur del país.
En Filipinas hay unos 110 grupos etno-lingüísticos, que representan casi el 15% de la población. La mayoría de ellos viven en las cadenas montañosas y en las zonas costeras [1]. Ahora bien, las regiones de Filipinas que contienen minerales se encuentran también en esas montañas. En nueve millones de hectáreas, es decir casi el 30% del territorio nacional, hay minerales que son explotados por el gobierno y por inversores mineros.