Artículos del boletín

Tal vez sea ingenuo de mi parte, pero realmente creía el Banco Mundial tendría una posición sobre los árboles transgénicos. El primer ensayo de campo con árboles transgénicos fue en 1988. Seguramente, pensé, 16 años es tiempo suficiente como para que a los expertos en políticas del Banco se les haya ocurrido algo.
En junio de 2004, activistas desconocidos atacaron el último ensayo de árboles genéticamente modificados (transgénicos) en Finlandia. Talaron unos 400 abedules transgénicos. ¿Cómo debemos reaccionar ahora? Ésa fue la primera pregunta que nos hicimos los campañistas contra los árboles transgénicos cuando supimos del ataque.
Entre el 17 y el 19 de noviembre de 2004, en la Universidad de Duke de Carolina del Norte, en EE.UU., tuvo lugar una conferencia de primera línea sobre tecnología de ingeniería genética aplicada a los árboles. Estuvieron presentes representantes de las principales compañías de biotecnología, entre ellas Arborgen, Cellfor y otras; así como algunas de las instituciones líderes en investigación como el Instituto de Biotecnología Forestal, Joint Genome Initiative del Departamento de Energía, el Servicio Forestal de EE.UU.
Las 7.000 hectáreas de plantaciones de álamos de Potlatch Corporation en Boardman, Oregon, tienen tanta tecnología de punta como pueda tener una plantación. Los árboles se plantan en el suelo arenoso del desierto y solo crecerán gracias a decenas de miles de finas mangueras negras. El agua, los fertilizantes y los plaguicidas son bombeados hasta los árboles a través de las mangueras de riego. El agua de riego proviene de la represa John Day, construida por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los EE.UU. en 1971.
Los científicos forestales que trabajan en árboles transgénicos a menudo mencionan el número de ensayos de campo de árboles transgénicos en el mundo como prueba de que la tecnología está siendo cada vez más aceptada. En realidad, lo opuesto es lo cierto. A medida que aumenta el número de experimentos también aumenta la fuerza de la resistencia contra los árboles transgénicos.
Los árboles transgénicos no son resultado de la evolución. Son producto de decisiones tomadas a niveles institucionales y empresariales para lograr su desarrollo y expansión. Empresas, instituciones de investigación y universidades trabajan en estrecha colaboración en torno al tema. Las empresas financian a los departamentos de investigación universitarios, e influyen sobre qué tipo de investigación se realiza.
A pesar de los riesgos que presenta la modificación genética de árboles, no existe ninguna legislación internacional en relación específica al tema de los árboles transgénicos. En cambio, sí hay legislación referida a las semillas y los cultivos de alimentos transgénicos, que no necesariamente cubre los problemas que presentan las plantas transgénicas de larga vida como los árboles.
El 22 de octubre de 2004, Rusia ratificó el Protocolo de Kioto, el acuerdo internacional creado para comenzar a atender el problema del calentamiento global. La ratificación del Protocolo por parte de Rusia le da al acuerdo un nivel de participación entre los países con mayor responsabilidad en las emisiones de carbono del mundo, lo suficientemente alto como para entrar en vigor, aún sin incluir el 25% de las emisiones anuales globales de carbono del mundo que producen los Estados Unidos.
La polinización de los vegetales se realiza de distintas maneras. Una de ellas es por medio de las abejas, las mariposas, los picaflores y los murciélagos. Otro tipo de polinización es realizado por el viento en las plantas que tienen las células reproductoras en flores sin cobertura, al desnudo. Esto sucede, por ejemplo, en las coníferas (por ejemplo, en los pinos). Para que la fecundación sea efectiva, estos árboles producen enorme cantidad de polen que el viento arrastra y distribuye, pasándolo de planta en planta y abarcando largas distancias.
En un mundo caracterizado por la información, hay temas que han sido invisibilizados de tal manera, que la gran mayoría de la gente no sabe que existen. Tal es el caso de los pueblos indígenas que viven en aislamiento voluntario. La gente ni siquiera está al tanto de que algunos de esos pueblos aún no han sido contactados por la sociedad predominante y que en otros casos se resisten a integrarse a pesar –o a resultas- de haber sido contactados.
Los Mbya Guaraní son un pueblo antiguo y selvático de raíces amazónicas. En Misiones, una provincia del nordeste de Argentina, tienen 74 comunidades y una población total, aproximada, de 3.000 personas. Su cultura es tan rica como la biodiversidad de la selva Paranaense que siempre utilizaron y protegieron.
Los indígenas Baka suman un total de 30.000 a 40.000, y viven en las zonas sur y sudeste de Camerún. Están asociados con los agricultores Bagando Bakwele, Knonbemebe, Vonvo, Zime y Dabjui, entre otras comunidades locales. Cerca de 4.000 Bagyeli y Bakola viven en el sudoeste, asociados con los Bulu, los Ngoumba, los Fang y los Bassa. La mayoría de los Baka, Bagyeli y Bakola aún dependen de la caza y la recolección para garantizar su sustento.