Artículos del boletín

Cuando se remplaza un área de bosque por el monocultivo de eucalipto, una represa o un proyecto de minería, la destrucción es evidente a simple vista.
Hace diez años, la escritora india Kiran Desai publicó una novela titulada “El legado de la pérdida” (The Inheritance of Loss), acerca de las heridas y el sufrimiento de larga data, vinculados al colonialismo y la globalización.
“Esta familia pequeña, el padre, la madre y sus dos hijos, se interna en el bosque sagrado con el fin de encontrar soluciones para las enfermedades y los diversos problemas que le preocupan.”
Los modernos acostumbran llamar a las plantas medicinales como recursos al servicio del hombre. Esta manera de llamar a la cosas no parece ser universal. Los quecha-lamas del piedemonte amazónico consideran a las plantas como personas, aún más, las vivencian como si ellas mismas fueran una comunidad viviente.
Las empresas Socapalm y Safacam son controladas por Socfin, una multinacional de la agroindustria especializada en el cultivo de la palma aceitera y el caucho. El grupo cuenta con empresas financieras y operativas en Bélgica, Luxemburgo y Suiza, las que manejan plantaciones en una docena de países africanos y asiáticos. La agresiva política de expansión del grupo ha dado lugar al acaparamiento de tierras, causando graves impactos sobre las condiciones de vida de las poblaciones locales.
En el sudeste de Camerún, los pueblos indígenas Baka y sus vecinos continúan siendo desalojados ilegalmente en nombre de la conservación. El hecho más reciente fue el desalojo por el establecimiento de una reserva en 2015, con el apoyo del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por su sigla en inglés). Un video realizado por Survival International brinda testimonios de hombres y mujeres Baka que revelan la violencia que han sufrido a manos de las milicias, respaldadas por WWF, que combaten la caza furtiva.