En este mundo crecientemente privatizado, hablar de agua es casi sinónimo de hablar de su apropiación por parte de alguna empresa para convertirla en mercancía y fuente de ganancias. La gravedad de ello ha sido percibida por mucha gente y ha dado lugar a grandes luchas –a veces pacíficas, a veces violentas- para evitar su pasaje a manos de empresas transnacionales.
Sin embargo, el rol de las transnacionales va mucho más allá del negocio del agua potable y se extiende desde su contaminación hasta la destrucción de los ecosistemas que aseguran el funcionamiento del ciclo del agua.
Artículos del boletín
La relación bosque-agua ha existido desde mucho antes de la llegada del humano a este planeta. Donde sea que caiga agua del cielo con cierta regularidad, puede haber un bosque. Los bosques son para los científicos un ecosistema que alberga gran diversidad biológica, tanto de especies diferentes como de genes dentro de una misma. Es un lugar dominado por árboles pero que además está formado por plantas de diversas especies, tamaños, edades y formas de vivir.
En la simbiosis entre agua y bosque a que hace referencia el artículo anterior hay que considerar otro elemento que entra en juego, el clima. El clima es un factor determinante del bosque, de su flora y de su fauna. Es por el clima que un bosque es boreal o húmedo tropical, y que por ende su diversidad sea de un tipo u otro. A su vez, los bosques han sido cruciales para el desarrollo del clima mundial por su función de atrapar dióxido de carbono y liberar oxígeno.
“No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión. No había nada junto, que hiciera ruido, ni cosa alguna que se moviera, ni se agitara, ni hiciera ruido en el cielo. No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. ... Sólo el Creador, el Formador, Tepeu, Gucumatz, los Progenitores, estaban en el agua rodeados de claridad.” (Fragmentos del Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas que explica el origen del mundo)
Cuando llegan las plantaciones en gran escala de monocultivos de árboles, el agua se va. Eso afecta a toda la comunidad aledaña, pero hay efectos especialmente diferenciados para las mujeres. Son ellas quienes, con sus propias palabras, lo cuentan.
Se acerca el Día Internacional de la Mujer y, como forma de rendir homenaje a las incontables mujeres que luchan por sus derechos, quisiéramos compartir partes de una investigación llevada recientemente a cabo por dos mujeres en Brasil, que por un lado aporta una visión de conjunto de la lucha de las mujeres contra las plantaciones en ese país y por el otro provee testimonios de mujeres locales sobre como esas plantaciones han impactado sobre sus vidas y medios de subsistencia.
En el artículo “PUEBLOS OCULTOS EN LA SELVA ¿Derecho a vivir la propia Amazonía?” (*) la escritora argentina Elina Malamud incursiona con gran sensibilidad en las condiciones que han llevado a numerosos pueblos de la selva a un aislamiento escogido voluntariamente. La autora recoge palabras del brasileño Sydney Possuelo, adalid de la lucha por la defensa de los derechos de los grupos indígenas a continuar su estilo de vida: “Si fuéramos más decentes, no habría pueblos aislados pero nuestra conducta los ha llevado a buscar protegerse de nosotros.
A fines del año pasado, el Instituto Flamenco de Biotecnología (VIB), un instituto de investigación en ciencias biológicas, solicitó autorización para establecer en Bélgica un ensayo de campo de álamos genéticamente modificados (GM). Los árboles GM tendrían su contenido de lignina modificado con el fin de facilitar la producción de etanol.
De la Amazonia a Finlandia, Nueva Zelanda y Chile, de Pueblos Indígenas a ONG europeas, de grupos de mujeres a grupos de jóvenes, en apenas una semana casi 140 personas entraron en contacto y participaron de la recolección de firmas para una Carta Abierta que exige la prohibición de la liberación de los árboles modificados genéticamente, o transgénicos.
El 28 de marzo de 2006, en medio de una fuerte presión del gobierno y de la industria maderera, se aprobó en Colombia la ley 1021, conocida como “Ley Forestal” (ver boletín Nº 105 del WRM), que permitía que los grandes inversionistas madereros accedieran fácilmente y con privilegios a los bosques del país, comprometiendo así el futuro de los bosques tanto públicos como de propiedad de las comunidades indígenas y afrocolombianas.
Nacida a la independencia en 1960, la República Democrática del Congo ha vivido desde entonces en medio de contiendas.
En México, la lucha por la defensa de los bosques sigue en marcha. Activistas que buscan proteger sus ecosistemas siguen siendo víctimas de amenazas por taladores ilegales, a menudo protegidos por las propias autoridades.