Otras informaciones

Los abajo firmantes deseamos expresar nuestros motivos de preocupación en torno a la certificación de plantaciones en nuestro país por parte del FSC, que está otorgando un sello verde a monocultivos que ya han demostrado ser social y ambientalmente destructivos. Estamos al tanto de que el FSC está llevando a cabo una revisión de su política de certificación de plantaciones y tenemos la esperanza de que el resultado sea que en el futuro este tipo de plantaciones no serán más certificadas por el FSC.
Los abajo firmantes deseamos expresar nuestros motivos de preocupación en torno a la certificación de plantaciones en nuestro país por parte del FSC, que está otorgando un sello verde a monocultivos que ya han demostrado ser social y ambientalmente destructivos. Estamos al tanto de que el FSC está llevando a cabo una revisión de su política de certificación de plantaciones y tenemos la esperanza de que el resultado sea que en el futuro este tipo de plantaciones no serán más certificadas por el FSC.
Los(as) abajo firmantes deseamos expresar nuestros motivos de preocupación en torno a la certificación de plantaciones en nuestro país por parte del FSC, que está otorgando un sello verde a monocultivos que ya han demostrado ser social y ambientalmente destructivos. Estamos al tanto de que el FSC está llevando a cabo una revisión de su política de certificación de plantaciones y tenemos la esperanza de que el resultado sea que en el futuro este tipo de plantaciones no serán más certificadas por el FSC.
El caso de la empresa Veracel Celulose sirve –como tantos otros- para desnudar las falsedades del discurso empresarial sobre “sustentabilidad”. Veracel es una empresa moderna, propiedad en partes iguales de la sueco-finlandesa Stora Enso y de la noruego-brasileña Aracruz Celulose. Veracel es propietaria de 164.000 hectáreas de tierra, 78.000 de las cuales plantadas con eucaliptos en el estado de Bahía, donde el año pasado comenzó a funcionar su gigantesca fábrica de celulosa, con una producción anual de 900.000 toneladas de celulosa destinadas a la exportación.
El pueblo costero de Mehuín está ubicado en la zona noroeste de la Provincia de Valdivia, en los límites de las IX y X regiones y se encuentra en una pequeña bahía donde desemboca el río Lingue, rodeado de cerros de la cordillera costera. Tiene una población de aproximadamente 1.700 personas pero convive con 13 comunidades de unos 3.000 indígenas mapuches-lafkenche que bajan al pueblo a vender sus productos y a abastecerse. Existen además sectores muy definidos en Mehuín, con sus propias particularidades culturales.
El cerro Ñielol que se encuentra en la ciudad de Temuco, en la IX Región de Chile, es fiel testigo de las numerosas mentiras que se escuchan tanto en esa región como en muchas otras de ese país, y otros, con relación a los bosques y las plantaciones.
La empresa finlandesa Oy Metsä-Botnia Ab (nombre comercial Botnia), fundada en 1973, es la segunda mayor productora de celulosa de Europa. Tiene cuatro empresas subsidiarias, de las cuales dos están instaladas en el Uruguay: Compañía Forestal Oriental S.A. (FOSA), para el desarrollo de plantaciones de eucalipto; y Botnia S.A., creada en 2003 para llevar a cabo el proyecto de instalación de una fábrica de celulosa de un millón de toneladas anuales.
Los cultivos intensivos de palma aceitera y la extracción de los aceites resultantes para exportación siempre han estado vinculados a la represión. El cultivo en plantaciones fue originalmente establecido por los regímenes coloniales. Una rápida expansión de las plantaciones en Asia, después de la Segunda Guerra Mundial, fue estimulada en conexión con la limpieza de las selvas, utilizada ésta como un arma para combatir a los rebeldes malayos.
El ambiente de Kalimantán Occidental ha cambiado radicalmente en los últimos 25 años. Gran parte del bosque que servía de sustento a las comunidades fue talado por las empresas adjudicatarias de esas tierras para instalar allí plantaciones de palma aceitera. Incluso los bosques que tradicionalmente se mantenían en reserva para las generaciones futuras (hutan cadangan) son víctimas de la “conversión forestal”, pues el gobierno considera que la tierra que se deja en barbecho, como recomiendan los sistemas tradicionales de cultivo, está “descuidada” o “en estado crítico”.
Las plantaciones de palma aceitera se expanden en América del Sur: Colombia, Ecuador, Venezuela y ahora Perú, que se suma al impulso comercial. Las empresas encuentran lucrativas oportunidades a costa de la invalorable selva amazónica y de la vida de los campesinos, quienes se ven desplazados de las tierras que trabajan para obtener su sustento.
La acelerada destrucción de bosques tropicales y tierras boscosas indígenas en Uganda con la finalidad de hacer lugar a la producción de palma aceitera y azúcar, sigue un patrón muy conocido que ya se vio en otras partes del mundo, en especial en el sur de Asia. En 2001 el gobierno, según informó profusamente la prensa local, entregó 5.000 hectáreas de bosques protegidos que estaban bajo su tutela a BIDCO, una empresa productora de aceite de palma originaria del sur de Asia. Estos bosques, situados en las islas Ssese, en el lago Victoria, fueron rápidamente eliminados.